El aliento que nos habita
Desde que nacemos respiramos.
La respiración es el primer gesto que nos trae al mundo y también el último al despedirnos. No necesitamos aprender a respirar: el aliento ya está en nosotros, sosteniéndonos, habitándonos, siendo ese hilo constante que nos acompaña día y noche, incluso cuando no lo notamos.
Ese movimiento invisible es mucho más que un intercambio de aire. Es energía vital que circula, un pulso que nos conecta con lo que somos en lo más profundo. El aliento es presencia sutil: nos recuerda que estamos vivos, aquí y ahora, incluso cuando la mente se distrae en pensamientos, tareas o preocupaciones.
A veces pensamos que respirar conscientemente significa controlar, forzar o buscar la técnica “correcta”. Pero el primer paso es más simple y más íntimo: detenernos a percibir lo que ya está ocurriendo. Sentir cómo entra y sale el aire, cómo se expande y se recoge el cuerpo, cómo la vida se mueve a través nuestro sin que tengamos que hacer nada.
Podés probar ahora mismo:
Mientras leés estas líneas, notá tu respiración.
Vamos juntas, vamos juntos.
Tratemos de sentir todo el recorrido del aire cuando ingresa al cuerpo, desde la nariz hasta el interior.
Ahora hagamos el recorrido inverso, observemos el aire que sale desde el interior y llega nuevamente hasta nuestra nariz.
Intentamos no modificar nada, solo es tomar un registro de nuestro aliento, solo acompañamos con presencia lo que sucede.
Vamos de nuevo:
Sentimos el recorrido del aire cuando ingresa al cuerpo
Sentimos el recorrido del aire cuando sale del cuerpo
Agreguemos algo más:
Tratemos de sentir la temperatura del aire cuando ingresa al cuerpo.
Sentimos y observamos la temperatura cuando sale del cuerpo.
Ahora te propongo que lo repitas unas tres veces más con los ojos cerrados y que luego puedas quedarte un momento en vos.
El aire entra y sale en silencio, sosteniendo la vida en cada instante. No necesitamos pensarlo: está en nosotros desde el primer momento, moviéndose con suavidad, recordándonos que la energía vital fluye en cada inhalación y en cada exhalación. Acercarnos a la respiración es acercarnos a esa fuerza sutil que nos sostiene.
Ese gesto tan pequeño es ya un retorno al cuerpo, un ancla suave hacia vos misma, hacia vos mismo. Y lo podés recordar en cualquier momento del día: basta con detenerte y sentir el aliento que te habita.
Porque la respiración no es solo función: es sostén, es energía vital, es vida latiendo en cada instante.
Y a veces, volver a respirar es simplemente volver a estar.
Nada más. Y nada menos.
🌸
Nos leemos en la próxima pausa,
Con cariño,
Lu 🌿