El movimiento como práctica de presencia
Vivimos en un tiempo donde movernos suele ser sinónimo de hacer más, de alcanzar metas, de rendir. Nos desplazamos, trabajamos, entrenamos, corremos detrás del día. Pero pocas veces nos detenemos a sentir el movimiento desde adentro: a percibir cómo se organiza, cómo respira el cuerpo, cómo se expresa.
El movimiento consciente propone justamente eso: volver a habitar el cuerpo mientras se mueve. No se trata de hacer más, sino de presenciar lo que ocurre en cada gesto. De escuchar las señales sutiles del cuerpo —tensión, equilibrio, apoyo, dirección— y permitir que esa atención transforme la forma en que nos movemos y, muchas veces, también la forma en que vivimos.
🌬️ Propiocepción: el cuerpo que se siente a sí mismo
Una parte fundamental del movimiento consciente es la propiocepción, la capacidad que tenemos de percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo sin necesidad de mirarlo.
Cuando movemos un brazo, inclinamos la cabeza o apoyamos los pies, miles de receptores envían información al sistema nervioso, ajustando cada acción de manera precisa.
Al entrenar esta percepción —ya sea en una clase de Pilates, en una caminata atenta o en un estiramiento suave— el cuerpo se vuelve más disponible y más estable. Aparecen la coordinación, la fluidez, el equilibrio. Y también una sensación de confianza: la de saber dónde estamos parados, literalmente.
🌸 Relajación, concentración y presencia
Cuando el movimiento se vuelve consciente, el cuerpo y la mente dejan de ser dos planos separados. La atención se ancla en el presente, la respiración se vuelve más profunda y aparece una calma activa.
El cuerpo se libera del exceso de tensión, y la mente encuentra un espacio de silencio. Esa quietud que no siempre surge de estar inmóviles, sino de moverse con atención.
La práctica sostenida del movimiento consciente mejora la concentración, ayuda a regular el sistema nervioso, y favorece un descanso más reparador. En ese proceso, también aprendemos a reconocer los límites, a dosificar el esfuerzo, y a movernos con amabilidad.
🌱 Un gesto cotidiano para empezar
Podemos comenzar hoy mismo.
Un instante de pausa, una respiración más lenta, una observación del cuerpo en lo que sea que estemos haciendo: al caminar, al estirarnos, al respirar. No hace falta una hora libre, ni un espacio especial.
Solo recordar que estamos vivos en movimiento, y que cada gesto es una oportunidad para volver al cuerpo y estar presentes.
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Nos leemos en la próxima pausa
Con cariño,
Lu