Los pies en la tierra – Apoyarse para sonar, habitar y estar
Cuando decimos “tener los pies en la tierra”, muchas veces pensamos en alguien realista, centrado, firme. Es una frase que usamos para describir una actitud ante la vida, una forma de estar sin volarse, sin desbordarse. Pero también —y sobre todo— es algo que sucede literalmente en el cuerpo.
Los pies son nuestro punto de contacto con el mundo. Nuestra raíz. Y sin embargo, pasamos la mayor parte del tiempo desconectadas de ellos. Caminamos sin sentirlos. Nos paramos sin registrar en qué parte apoyamos el peso. Estamos, pero no siempre habitamos.
En mi práctica con la viola, empecé a observar algo simple pero revelador cuando comienzo a estudiar de pie. A veces estudio de pie y otras sentada.
Es casi como un ritual, preparo el espejo para poder ver ciertos movimiento y la posibilidad de autocorregirme, preparo el mate y lo dejo cerca. Estiro el arco, le coloco resina y afino la viola. Dejo el metrónomo listo. Coloco el instrumento en el cuerpo y toco cuerdas al aire para soltar el sonido.
Últimamente, lo primero que noto es cómo están mis pies. Me di cuenta que tengo una tendencia a llevar el peso hacia adelante, a quedar como en el aire y termino haciendo fuerza de más al tocar. Esa forma de pararme se traduce en tensión, en desequilibrio. Y también en cómo suena lo que toco.
Entonces ahora que pude darme cuenta, antes de tocar, acomodo los talones, aflojo los dedos y un poco las rodillas, siento la base. Y desde ahí, desde esa raíz tranquila y presente, se ordena el resto del cuerpo. También el sonido. Y este acomodar no sólo afecta a lo que suena, también al apoyo del instrumento al cuerpo, a regular la presión de los dedos, el arco. A poder afianzar el peso y poder aflojar los brazos, realizar la fuerza justa. Como estar colgada de la viola y ademas, de alguna manera, poder descansar y tocar más relajada.
También yo me siento mejor,más entera, más disponible, mejor plantada…
Claro que, como toda tendencia, lo más probable es que vuelva. Son los caminos conocidos que se vuelven a recorrer. Por eso cada tanto, mientras estudio voy chequeando los apoyos de los pies y si me fui hacia adelante, amablemente recuerdo volver a los talones, a repartir el peso y aflojar.
Después está el tema de pasar ese sostén a la posición sentada, pero esa será otra historia para contarles más adelante.
Lo que quería traer con este pequeño relato cotidiano, es la invitación a tomar conciencia de nuestros apoyos y que lo podemos hacer en cualquier momento del día: al realizar nuestros quehaceres diarios, al estar de pie en una fila,en el trabajo o en cualquier momento que estemos paradas, parados. Podemos tomarnos un instante y observar:
— ¿Dónde está el peso de mis pies?
— ¿Apoyo más en el talón o en los dedos?
— ¿Está todo el pie tocando el suelo?
— ¿Hay algo que pueda soltar?
Sentir los pies no es solo una cuestión de postura. Es también una manera de encarnar la presencia. De estar más en la vida, no solo en la mente. Y de darle un lugar a eso que nos sostiene todo el tiempo, en silencio.
¿Te animas a probar?
Volveremos a este tema con algunos recursos concretos para ampliar la conciencia en los apoyos y elevarnos de forma erguida , sostenidas, sostenidos en nuestra propia naturaleza.
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Nos leemos en la próxima pausa…
Con cariño,
Lu