Volver al cuerpo, volver a casa
A veces decimos “volver al cuerpo” como si pudiéramos habitar otro lugar. Como si el cuerpo fuera algo externo al pensamiento o al yo. Pero lo cierto es que siempre estamos en el cuerpo. Lo que sucede es que no siempre estamos presentes en él.
Vivimos buena parte del tiempo en la mente: resolviendo, anticipando, recordando. En la velocidad de la vida cotidiana, el cuerpo puede volverse un fondo lejano. Está ahí, sosteniéndonos, pero no lo habitamos del todo. Nos desconectamos de la sensación, del peso, del ritmo.
Cuando hablamos de volver al cuerpo, no nos referimos a encontrar algo perdido, sino a recordar que estamos acá. A habitar de nuevo ese territorio que nos pertenece y nos sostiene. A pasar de lo automático a lo consciente. A sentir, no solo pensar.
Las prácticas como el yoga, Pilates o muchas otras, son formas posibles de regreso. No como escape, sino como reencuentro: con la respiración, con la percepción de un músculo, con el movimiento, con la quietud.
Y a veces, ese regreso no necesita ser una clase entera ni una gran experiencia. Puede empezar ahora mismo, en lo simple:
En este momento
Mientras leés estas líneas.
Podés detenerte un instante.
Sentir tu respiración.
Percibir el peso de tu cuerpo.
El lugar que ocupa en el espacio.
Los apoyos de los pies.
La posición de las piernas.
La posición de los brazos.
Los puntos de apoyo de los dedos de tus manos.
El movimiento del cuerpo al respirar.
No hace falta modificar nada.
Solo sentir. Respirar. Observar.
Tal vez un suspiro.
Tal vez cerrar los ojos un momento y habitar el espacio interno…
Al abrir los ojos nuevamente quizás algo se perciba levemente diferente .
Y quizás, en este gesto tan simple, en este breve recorrido hacia adentro, ya estés volviendo al cuerpo. Volviendo a un ritmo distinto.
Volviendo a casa.
🌸
Nos leemos en la próxima pausa...
Con cariño,
Lu